¿Es el final de la larga cola?

larga cola rota

Cuando en 2004 Chris Anderson acuñó el término Long Tail, todos los presentes asentimos con rotundidad. Alguien había creado un modelo que explicaba lo que comenzábamos a crear: una realidad, basada en redes digitales, que respetaba y fomentaba la diversidad y el control en todos nuestros procesos (producción, comunicación, distribución, etc.).

Años más tarde, la cosa se ha ido complicando, principalmente en cuatro frentes:

1.- El contenido social: todos estamos como locos compartiendo, generando contenidos, luchando por la atención de nuestras audiencias. Esta abundancia de comentarios (que no necesariamente “conversaciones”) obliga a las plataformas a generar algoritmos que nos presentan aquellos trozos de información que potencialmente nos resultarán de mayor interés en diversos formatos (trending topic, newsfeed, +1,  etc.). Alguien elige por nosotros.

2.- La guerra de plataformas: Ante la llegada de Google+ varias redes sociales se han ido cerrando en un intento de crear espacios autosuficientes de los que  no hace falta salir. Una vez tienen al usuario cautivo, ellos eligen cuál será el contenido más relevante  de entre las fuentes que este ha seleccionado.

3.- Los agregadores inteligentes: nos abruma tener el “reader” con “1000+”, de ahí que cada vez más recurramos a aplicaciones y sistemas “inteligentes” (tipo Zite) que nos sugieren qué es interesante para nosotros en función de perfil, intereses y comportamientos. De nuevo, dejamos que alguien elija por nosotros, generalmente sustentado por una “mayoría” a quien le ha interesado algo.

4.- La navegación móvil: Cada vez pasamos más tiempo usando Apps en lugar de los browsers de nuestros dispositivos móviles. Es lógico, la experiencia es más inmersiva, son más monas, etc. Pero una vez más nos estamos cerrando. Estamos recurriendo a pocos sistemas cerrados de nuestra confianza para que nos doten de contenido, en lugar de acceder a la diversidad de la vieja web.

En definitiva, para defendernos de la sensación de sobredosis de información, estamos fomentando que otros elijan por nosotros lo que debemos ver, consumir y hacer. Todo ello bajo una apariencia de diversidad, ya que el contenido nos llega con la impronta de distintos emisores a través de «lo social».

Bien pudiera ser que esta concentración de contenidos nos acerque más al «poder de los éxitos», seguro que no de la misma forma en que lo vivíamos hace 20 años, pero ganar visibilidad es una tarea difícil.

¿Y qué podemos hacer al respecto? Más que nunca es importante definir claramente una estrategia de de presencia digital, estar por estar no sirve de nada si nadie nos ve, y cada vez es más difícil que nos vean. Disparar en multiples direcciones sólo sirve para desgastarnos.

Es fundamental tener claros nuestros objetivos estratégicos (no los «objetivos digitales», sino los estratégicos de la organización o de la marca), analizar el entorno y las acciones que realizan nuestros públicos, definir qué territorios podemos ocupar, con qué tipo de contenidos, cómo hemos de alimentarlo y cómo vamos a medir los réditos obtenidos.

Si el espacio se concentra, hemos de estar seguros de que nosotros no dispersamos.

 

Foto : http://www.flickr.com/photos/jollino/5675336652/

 

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